30 nov 2006

TEORIA (III) TIEMPO LIBRE, TIEMPO DE COMUNICACIÓN

Dumazedier en su obra Hacia la civilización del ocio (1964) que ha sido traducida a seis idiomas, entre ellos el español, siendo punto de referencia de estudios e investigaciones sobre ocio en las tres últimas décadas enunciaba que el tiempo libre supone a las personas las 3 D (descanso, desarrollo personal, diversión). Posteriormente en Revolution culturelle du temps libre (1988), resalta la ruptura de 1985, momento en el que el tiempo libre se hace más largo que el tiempo de trabajo en el ciclo vital.

Para Munné (1988) se pueden distinguir cuatro tiempos claramente visibles dentro de la vida social del individuo: el tiempo psicobiológico, el cual es ocupado por las conductas impulsadas por necesidades psíquicas y biológicas; el tiempo socioeconómico, el cual consiste en actividades laborales, productivas de bienes y servicios; el tiempo sociocultural, donde se contemplan los compromisos resultantes establecidos por la sociedad y al grupo al que se pertenece; y el tiempo libre, donde la libertad de las acciones que se realizan no llevan de por medio una necesidad externa que las impulse.

Bajo este enfoque el ocio es concebido como “...el conjunto de ocupaciones a las que el individuo puede entregarse con pleno consentimiento, ya sea para descansar o para convertirse, o para desarrollar su información o su formación desinteresada, su voluntaria participación social o su libre capacidad creadora, cuando se ha liberado de (todas) sus obligaciones profesionales, familiares y sociales” (Munné, 1988).

¿Han sabido nuestras sociedades transformar la relación con el tiempo y organizar el espacio para favorecer tanto un desarrollo individual como una mayor participación de todos en las responsabilidades sociales? Por eso, hay que empezar por recordar brevemente la situación real y olvidada del tiempo liberado de nuestro doble trabajo en la empresa y en casa.

Se puede pensar que el esfuerzo de educación y organización no ha bastado para realizar el proceso civilizador de este tiempo libre ganado sobre el tiempo de trabajo. La preparación de todos para el tiempo libre todavía plantea inmensos problemas a los que no ha propuesto soluciones satisfactorias el programa de la escuela para todos, sobre todo en la adolescencia, y en la formación de adultos demasiado orientada hacia el trabajo.

En primer lugar, las actividades dominantes del tiempo de ocio no son las actividades de voluntariado. En la práctica, se reducen a un 10% del tiempo libre. El 80% de este tiempo lo representan las actividades de ocio, de "libre" expresión, de un placer en general condicionado por los modelos más comunes de la diversión mediática. También han aumentado las actividades de sobredosis destructiva y de agresión a los bienes y a las personas.

¿Qué es lo que queda en la mayoría de los antiguos alumnos después de la escuela? Después de ella, lo que plantea problemas es la mayor parte de los contenidos de diez años de formación obligatoria para obtener un título. Incluso admitiendo que el título tenga alguna utilidad social, no es seguro que los conocimientos impartidos sean la mejor preparación para las actividades de trabajo y aún menos para las actividades de tiempo libre de la mayoría.

Los jóvenes, en su mayoría, nunca han aprendido a mejorar su vida cotidiana en el trabajo o fuera de él mediante el conocimiento. Nunca han aprendido a decidir un saber o un "saber vivir" en su tiempo libre. Casi nunca han descubierto en la escuela lo que puede ser "la alegría de aprender". Es justamente lo contrario lo que se les queda en la memoria a pesar de todo el arte de los profesores a menudo ingeniosos.

En la UNESCO, una comisión ha trabajado, desde los años 90, en la evolución de la concepción eficaz de la educación para todos (Informe Delors:“La educación encierra un tesoro”). En este documento se destaca que la educación se ha convertido en una formación inicial y una formación continua en todas las etapas del ciclo vital, mezclándose la experiencia personal con la iniciativa del "alumno-sujeto social" en el trabajo y, sobre todo, en el tiempo libre.

Cuando hay estadios, salas, residencias para jóvenes, no se ha previsto la animación necesaria para que grupos sociales distintos puedan conocerse.

A menudo, en las instituciones escolares falta material y las asociaciones de educación ciudadana y popular funcionan con pocos recursos. Los trabajadores sociales y los policías también son muy pocos. Sobre todo, siempre hay insuficientes animadores cualificados en las actividades de tiempo libre y la colaboración entre ellos suele ser mala. La sociedad a menudo "invisible" no responde satisfactoriamente a las hipótesis que en su momento se plantearon sobre la ocupación del tiempo libre, liberado, recreándolo y convirtiéndolo en ocio creativo personal y socialmente.

Todavía no hemos sido capaces de inventar el tiempo para la iniciación a la autoformación necesaria y el espacio necesario para una vida social libre para todos. Nuestras autoridades políticas, municipales y pedagógicas todavía están encerradas en tradiciones de otra época. La revolución cultural que conlleva el tiempo libre todavía no ha podido realizarse masivamente. Ahora ha llegado el tiempo de acelerar y profundizar el necesario proceso civilizador del ocio de masas, preparando una reforma adecuada de la cultura general, y preparando, desde la adolescencia (12-16 años), para tomar decisiones libres en la vida cotidiana, y particularmente en las situaciones de tiempo libre, para fomentar prácticas de autocontrol y autoformación individual y colectiva.

Este proceso civilizador debería inspirar también a las autoridades municipales drásticos cambios de organizaciones desiguales, injustas, de zonas desfavorecidas, creando nuevas zonas mejor equipadas, más vigiladas, mejor animadas que los siniestros suburbios nacionales e internacionales llenos de violencia y de paraísos artificiales mortales.
Es, probablemente, la única solución para intentar enfrentarse con el declive de los antiguos controles sociales de la vecindad comunitaria y de las omnipotentes fiestas colectivas de una sociedad autoritaria, familiar, escolar o religiosa en vías de extinción.

Existe una creciente impotencia de nuestras estructuras y nuestras mentalidades dominantes para evitar el advenimiento, en el tiempo libre dedicado a las futilidades de una sociedad mediática alterada, de lo que Riesman ha llamado "la multitud solitaria" ("the lonely crowd"), sin relación con la cultura ni con la sociabilidad. Pero las autoridades no han querido hacerle caso.

Las tres D de Dumazedier han dado paso a las 3 C del siglo XXI donde el tiempo libre personal se ha convertido en un tiempo de consumo, de comunicación y de cooperación. Las sociedades industriales del primer mundo han dado paso a un mayor tiempo libre, desocupado, que se encauza hacia un consumo desenfrenado que promete el paraíso en cada uno de sus productos y bienes, baratos y la mayor parte de ellos innecesarios.

Paralelamente la era digital de la comunicación ha traído nuevas formas de encuentros virtuales en las que destaca la asincronía de las relaciones interpersonales. No es necesario un lugar físico común para realizar una reunión, a través de la red o de los satélites se establecen interacciones a miles de kilometros y en horarios totalmente distintos.

En tercer lugar el tiempo libre, en un menor grado, es un tiempo del voluntariado y de la cooperación . Frente a las desigualdades y las grandes catástrofes se aprecia una brecha entre dos mundos uno rico, desarrollado y embarcado en aventuras espaciales y otro pobre, carente de unos servicios mínimos y dónde comer cada día se convierte en el mayor reto. Para intentar cambiar esta situación y conseguir otro mundo posible, miles de personas voluntarias a través de organizaciones canalizan los esfuerzos compensadores.

Los animadores del siglo XXI hemos de contar con estas nuevas realidades, nuestra tarea debe avanzar en el camino iniciado en el pasado. La Animación sociocultural está fundamentada en la participación de las personas para conseguir la transformación y el cambio social. Una participación que implica necesariamente una formación y una democracia cultural para seguir adelante en la consecución de un mundo más justo y solidario.

Santiago Estañán Vanacloig
Pedagogo, Sociólogo y Animador sociocultural

1 comentarios:

Unknown dijo...

que bibliografia me recomienda para conocer mas del tema?

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