17 sept 2007

Habilidades sociales El arte de relacionarse bien con los demás (Y III)

Continuamos con este repaso a las habilidades sociales que debe manejar un buen Animador o animadora sociocultural o una buena integradora o integrador social damos ya los últimos datos sobre el mismo.

Esperamos que a todos vosotros TASOC, TISOC y demás personas que nos visitan estos articulos sobre teória basica de la ASC y la IS os sean de ayuda



La voz acompaña, y más de lo que pensamos, a la palabra


Las mismas palabras con entonación diferente trasmiten sentimientos tan distintos como ironía, ira, excitación, sorpresa o desinterés. Un tono mortecino es señal de abatimiento o depresión. Una conversación que se mantiene siempre en el mismo tono resulta monótona y aburrida y suscita poco interés. Se hace oir más, comunica mejor, la persona que juega con las modulaciones de voz a lo largo de su charla. El tono, que tan poco cuidamos normalmente, es a veces tan importante como el propio contenido de nuestras palabras.

Un volumen alto de voz expresa seguridad y dominio de la situación, pero cuando se eleva demasiado puede suscitar rechazo y connotar agresividad. El volumen bajo, por su parte, puede sugerir estados de ánimo como debilidad o falta de confianza en uno mismo pero también confidencialidad y cercanía. La fluidez de la palabra y el ritmo. La utilización de repeticiones, muletillas, frases hechas y de relleno y los titubeos producen impresión de inseguridad, monotonía e incluso desconcierto en quien escucha.Todos estos elementos de conducta relacional son herramientas de nuestra forma de estar en sociedad, y, bien articulados, nos ayudan a relacionarnos de forma más eficiente. Las habilidades sociales son conductas aprendidas y, por tanto, podemos mejorarlas. Facilitan la relación con otras personas y nos ayudan a ser más nosotros mismos, reivindicando nuestros derechos y peculiaridades sin negar los derechos de los demás. Lo más positivo es que facilitan la comunicación y la resolución de problemas con otras personas.

El arte de convivir con los demás consiste en no quedarse corto y en no pasarse. Es un equilibrio entre ambos extremos, lo que se conoce como asertividad: ser nosotros mismos y resultar convincentes sin incomodar a los demás, al menos no más de lo imprescindible. La persona persuasiva, eficaz en su comunicación y que resulta agradable a sus interlocutores puede considerarse asertiva. Veamos lo que entendemos por quedarse corto y por pasarse.


Quedarse corto. Actitudes pasivas. Incapacidad para expresar con libertad lo que se siente, la propia opinión. Pedir disculpas constantemente. Es la falta de respeto hacia las propias necesidades. El individuo pasivo trata de evitar los conflictos, al precio que sea. Quien actúa así no hace comprender sus necesidades y termina sintiéndose marginada y mostrándose irritada por la carga de frustración acumulada. Tampoco para sus interlocutores es fácil la situación de adivinar qué desea el pasivo y termina por considerarlo como una persona molesta.


Pasarse. Son las conductas agresivas e inadecuadas, avasallar los derechos de los demás por la defensa de los propios. Estas conductas agresivas pueden incluir desconsideraciones hacia el otro, insultos, amenazas y humillaciones e incluso ataques físicos. Tampoco falta la ironía y el sarcasmo despectivo. Se tiende a la dominación, a negar al otro la capacidad de defenderse, de responder equitativamente. Las consecuencias, a largo plazo, siempre son negativas incluso para el agresor que se queda sin amigos por mucho que pueda haber ganado súbditos.

La conducta asertiva es la más hábil socialmente porque supone la expresión abierta de los sentimientos, deseos y derechos pero sin atacar a nadie. Expresa el respeto hacia uno mismo y hacia los demás. Pero aclaremos que ser asertivo no significa la ausencia de conflicto con otras personas, sino el saber gestionar los problemas cuando surgen.

Qué hacer para resultar más asertivos



Valorarnos suficientemente. Mantener y cultivar un buen concepto de uno mismo, identificando y remarcando nuestros valores y cualidades.
No enfadarnos gratuitamente o por nimiedades. Enfadados nos encontramos mal emocionalmente y, además, trasmitimos imagen de debilidad. Lo conveniente es recuperar la calma, contextualizar el problema, calmarse y expresar tranquilamente nuestra opinión.

Evitar las amenazas. Es más eficaz, para que nos tomen en serio y nos valoren, reflexionar sobre los pasos que vamos a dar para defender nuestras opiniones, posturas o derechos y luego enunciar los argumentos con corrección, pero no exenta de firmeza si la situación lo requiere.

No pidamos disculpas protocolariamente, hagámoslo sólo cuando sea necesario.
Nunca ignoremos a los demás. Escuchemos mostrando respeto por el otro e interés por lo que dice. No avasallemos, por mucha razón que creamos tener. Y permitamos que el otro tenga siempre una salida digna, no cerremos puertas al diálogo. Seamos, en fin, asertivos. Nadie necesita enemigos y a todos nos viene bien contar con gente que nos aprecie y respete y que se preste, en un momento dado, a defendernos o a colaborar con nosotros.

Admitamos nuestros errores y equivocaciones. Seremos más estimados y queridos.

Habilidades para conseguir el equilibrio personal


Habilidades elementales:


Escuchar al otro. Trabajar la capacidad de comprender lo que me están comunicando
Aprender a iniciar una conversación y a mantenerla
Aprender a formular preguntas
Saber dar las gracias
Presentarse correctamente ataviado
Saber presentarnos a otros y presentar a los demás
Saber hacer un cumplido, sin zalamerías y con afecto.

Habilidades avanzadas:


Aprender a pedir ayuda
Capacitarnos para dar y seguir instrucciones
Saber pedir disculpas
Aprender a convencer a los demás, a ser persuasivo.

Habilidades relacionadas con los sentimientos:


Conocer nuestros sentimientos y emociones y saber expresarlos
Comprender, valorar y respetar los sentimientos y emociones de los demás
Saber reaccionar ante el enfado del interlocutor y gestionar bien la situación
Resolver las situaciones de miedo.

Habilidades alternativas a la agresividad


Pedir permiso
Compartir cosas, sensaciones y sentimientos
Ayudar a los demás
Aprender a negociar, a consensuar, a llegar a acuerdos
Recurrir al autocontrol en las situaciones difíciles
Defender nuestros derechos cuando los veamos amenazados
Responder a las bromas cuando proceda
Rehuir las peleas, dialécticas y de las otras.

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