13 jul 2007

Juegos para la integración



Juegos para la integración

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Pastori no va al colegio. Tiene edad para ello pero su padre no se lo permite. En cambio, sí participa en la escuela de verano del Instituto de Realojamiento e Integración Social (IRIS). Es un primer paso del camino que ha emprendido hacia la integración. La niña acaba de incorporarse a los programas que realiza el IRIS para otorgarle tanto a ella como a su familia una segunda oportunidad en una vivienda digna lejos de las chabolas.

Ciempozuelos es el lugar donde ahora vive Pastori, aunque su primera infancia la pasó en el poblado del Cerro de las Liebres, que ya casi no recuerda. En la actualidad, su abuela cuida a Pastori y a sus hermanos; el padre está en la cárcel y se ha separado de su madre. “Un paso muy difícil de conseguir en las familias gitanas”, explica Jesús Hernández, un educador social del programa 'Recuperando la Plaza del Arce'', que se desarrolla en Ciempozuelos. En este municipio viven parte de los 35 niños realojados por el IRIS que este miércoles han disfrutado de la naturaleza y de un recorrido repleto de aventuras del ecoparque de Cercedilla, junto con otros niños que ahora viven en Alcalá de Henares. tras abandonar los poblados en los que residían. En total, este instituto ha organizado actividades para que 500 menores pasen un buen verano.


Recuperando la Plaza del Arce' es un programa que pretende mejorar el barrio con la participación de estos niños. “Hacemos talleres, salimos a pintar el barrio y les enseñamos todos los recursos de la zona. También pretendemos que el barrio les conozca a ellos”, explica Hernández. El objetivo del IRIS es que las familias se integren en su nuevo lugar de residencia y comiencen, así, una nueva vida con más posibilidades.



Este miércoles tocaba excursión a Cercedilla y el jueves llega, al fin, el día de ir al Parque de Atracciones, el más esperado por estos niños, que aprenden jugando. También han ido a la piscina y han participado en una gymkana. El viernes se acabará la escuela de verano del IRIS. Para algunos habrán terminado sus vacaciones. María se quedará en Ciempozuelos porque su madre trabaja en julio y agosto. Aunque no proviene de un poblado chabolista sino en una casa del IVIMA, ella es una de las niñas del grupo que ha viajado a Cercedilla porque el objetivo del IRIS es la integración. “Nos enseñan a respetar a las personas, a no insultarnos ni pegarnos y a cooperar”, dice muy convencida. Además, asegura que lo que más le gusta de las actividades es que conoces gente nueva y que se lo pasa bien.

“Maestros y aprendices somos todos”, asegura Pedro Navarrete, coordinador del IRIS. “Los niños que han vivido en chabolas aprenden los hábitos de los vecinos por mimetismo”, afirma. Así que necesitan jugar con otros niños con más suerte que ellos . Y los niños que siempre han habitado en una vivienda digna aprenden a comprenderles y respetarles. “Me gusta mucho el acento que tienen”, confiesa Unai.

Muchos de los niños que han ido a Cercedilla no recuerdan ya cómo era su vida en las chabolas, pues algunos llevan desde muy pequeños realojados, como Cristina, de 13 años. Estos chicos van a la escuela y hacen lo que otros de su edad. A ella, por ejemplo, lo que más le gusta es salir con sus amigos y dice que quiere trabajar porque estudiar no le acaba de gustar.

Cristina y su familia vivían en un poblado en San Fernando de Henares pero ahora residen en Alcalá de Henares. Han pasado por todo el proceso que conlleva un realojo. El trabajo empieza en el poblado chabolista, con cursos de adaptación a su nuevo edifico y su nuevo barrio, para dotarles de habilidades para la vida que van a empezar en su piso de alquiler. Esta etapa educativa, que continúa en la nueva residencia, empieza por lo más elemental, como el trato a la familia, y va in crescendo hasta conseguir que estén totalmente adaptados. Para ello, también es necesario trabajar con el vecindario.


En la actualidad la labor de trabajadores y educadores sociales consiste en lo que llaman “desarrollo comunitario” que es ese apoyo a la educación de los más pequeños y el desarrollo de las habilidades sociales de todos los miembros de la familia. "Es un trabajo, a veces, duro y difícil, pero muy gratificante cuando ves que las familias responden”, confiesa la educadora del IRIS Xaquelin Durán.


La labor de los educadores del IRIS es esencial para conseguir la integración. En los años setenta, cuando empezaron los realojos, las familias eran trasladadas a otro lugar sin ningún apoyo formativo. “De ahí viene el mito del burro asomado a la ventana”, explica Pedro Navarrete. Pero el IRIS, que se fundó en 1998, va más allá y está dando buenos resultados. Según los datos que aporta Navarrete, el 80 por ciento de los realojos tienen bastante éxito. Además, ésta es una cuestión que mejora exponencialmente generación tras generación. Los hijos de realojados tienen una inserción en el mercado laboral mucho más efectiva, argumenta Durán.

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