23 nov 2011

Gestories de la Pobreza, Los riesgos del Trabajo Social. Donde estamos incluidos TASOC, TISOC EDUSO...

Asistentes sociales, educadores, Animadores socioculturales, Integradores Sociales, personal sanitario, psicólogos, orientadores laborales, empleados públicos encargados de gestionar las prestaciones sociales... Son algunas de las profesiones que conforman el universo del 'trabajo social', un sector muy feminizado y en primera línea de fuego ante la pobreza, la exclusión social, la marginación, el paro, la precariedad y parecidos desajustes de nuestras opulentas (!?) sociedades del bienestar. Cécile Daumas y Nadya Charvet han publicado un dossier sobre las condiciones del trabajo social en el diario Libération del 15 de mayo. De dicho trabajo hemos entresacado la información para este artículo.

Una encuesta sobre la violencia realizada en Francia por el Consejo Superior del Trabajo Social, llevó a entrevistar a más de 20.000 trabajadores sociales. De paso, se pusieron de manifiesto los riesgos y las tensiones de estas profesiones. Existe el problema de la violencia, desde luego, pero parece que los trabajadores sociales sufren sobre todo por la falta de reconocimiento social y la falta de apoyo de sus propios empleadores.

La violencia de los usuarios

Ya en 1998 el Ministerio de Trabajo francés reconocía que 'Entre las profesiones más expuestas al riesgo de agresión por parte del público, la sanitaria y el trabajo social están a la cabeza, mucho antes que el transporte'. El 63% de los trabajadores sociales encuestados contesta afirmativamente a la pregunta '¿Ha aumentado la violencia?', aunque paradójicamente este recrudecimiento no está acompañado por una clara sensación de inseguridad. El 56% afirma que ellos no la han sufrido nunca o raramente. Más que de agresiones físicas directas los trabajadores sociales se quejan de la llamada 'violencia fría': los insultos, las agresiones verbales, la mala educación, la intimidación. En las relaciones con los usuarios se dan todo tipo de situaciones, desde el agradecimiento hasta la ira de la exasperación. Hay que absorber el trauma de las vivencias que ven y aprender a no devolver los golpes 'no hacer pagar al siguiente lo que te ha hecho el que se acaba de marchar. Para ambas cosas, necesitamos ayuda psicológica'.

La violencia de las instituciones


Pero con la misma intensidad lamentan la violencia provocada por las propias instituciones, la tensión generada por los servicios públicos, con su funcionamiento complejo, a veces absurdo.

Lo que se hace insoportable, es la incapacidad de responder a un usuario, el sentimiento de impotencia frente a la miseria que se encuentra. 'Cada día, recibo a una treintena de personas. Se ponen en la cola a las 7:45 y nosotros abrimos a las 9:00. En general, esperan tres horas antes de ser atendidos. Cuando llegan a mi despacho, están de los nervios. Me doy cuenta con el primer vistazo, y me hago cargo. Pero yo también estoy de los nervios. Hacia el final de la jornada, puedo llegar a ser agresiva. Me cuesta controlarme. Todo eso me reconcome por dentro, me consume'.

Lo más doloroso, para ellos, es no poder cumplir su misión: 'Devolver a la calle a una madre con un bebé, eso es angustioso'. La falta de medios y de reconocimiento social produce todavía más exasperación. Precarizados ellos mismos, los trabajadores sociales trabajan desde la urgencia, haciendo a menudo de 'fontaneros de la sociedad'. 'Se nos pide gestionar la pobreza para que no explote. Hacemos de tampón para el resto de la sociedad'.

Se sienten solos e incomprendidos 'Cuando hacemos huelga nosotros ­dice una asistente social en la encuesta­ todo el mundo pasa. No le damos miedo a nadie. No movilizamos ni sacamos multitudes a la calle, como ocurre con la enseñanza pública'. Al protagonismo mediático de los conductores de autobús se opone el sufrimiento silenciado de los trabajadores sociales. 'Los medios que solicitamos, humanos y materiales, no nos los dan nunca. El reconocimiento es cero. Es importante entender que sufrimos no sólo por lo que vemos y vivimos, sino también por no sentirnos comprendidos'.

Una trabajadora de una institución que otorga prestaciones sociales de ayuda a las familias cuenta: 'La dirección tiene una lógica productivista. Quiere que gestionemos a la gente como números. Su finalidad es que atendamos al máximo de usuarios con el mínimo tiempo. Al cabo de diez minutos de visita, mi ordenador empieza a parpadear, y el de mi jefe también: se ha acabado mi tiempo reglamentario. Nunca hago caso, sigo. Escucho todo su problema, trato de encontrar soluciones. La dirección piensa que este no es mi trabajo. La mera gestión administrativa de expedientes, a mí no me interesa. Lo que es apasionante es la gente, a veces incluso nos divertimos. El reconocimiento, lo tengo cuando me dan las gracias ofreciendome flores o un bolso de playa. Nunca de mi dirección'.

Los efectos sobre la salud


La frustración y el sufrimiento son amplificados por la tensión y la agresividad de la cotidianeidad. Y se traducen en un consumo desmesurado de tabaco, ansiolíticos y antidepresivos. En los tres últimos años más del 40% de los trabajadores sociales dice haber tenido trastornos del sueño. Más del 53% han estado de baja, algunos más de tres veces. 'Los de ventanilla, tenemos todos problemas psíquicos ­relata una funcionaria­ tensión, desarreglos intestinales, dolor de espalda, sueño agitado. Fumo muchísimo, y a menudo estoy de baja de puro quemada. Cuando por la noche me quedo despierta recibiendo a gente, me paro. Es mi manera de protegerme'.

Una primera terapia, según el director de la encuesta Pierre Benghozi, es la palabra: 'El trabajador social no se escucha, no dice que sufre porque la parecería de mal gusto comparado con lo que vive profesionalmente. Se sienten culpables y avergonzados si se quejan. Por otro lado, las instituciones toleran muy mal a quien denuncia su mal funcionamiento. Es como si traicionara a su tribu. Una persona que habla puede encontrarse muy pronto marginada. Hace falta, por tanto, proteger la palabra, para que se pueda expresar.'

Acompañar, formar, supervisar a los trabajadores sociales son las propuestas esenciales que se extraen de la encuesta: 'Es necesario apoyar a estos profesionales con medios naturales y formación adaptada'. En algunos sitios se empieza a hacerlo, estableciendo un encuentro mensual de los asistentes sociales con un psicólogo. Esta reunión es un espacio para la palabra, donde se abordan las dificultades que encuentra cada uno. Este intercambio devuelve la vinculación y el sentido en el seno del equipo, aportando reconocimiento.

'Hablar es esencial -dice la trabajadora social que disfruta de trabajar en equipo- aquí tenemos reuniones periódicas en las que comentamos todos los expedientes, discutimos mucho, hacemos un trabajo colectivo, estamos en contacto con todas las estructuras sociales, estamos al tanto de las novedades, vemos quien sabe y quienes, por el contrario, recaen.'

Devolver el sentido al trabajo, sin embargo, requiere 'una reflexión política sobre el trabajo social', dice el estudio. Tarea que, desde luego, parece más complicada.

FUENTE

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