24 ene 2012

Reflexiones Sobre la profesionalidad de los equipos de las organizaciones no lucrativas

Reflexiones Sobre la profesionalidad de los equipos de las organizaciones no lucrativas de Pau Vidal

Una de las características de las organizaciones del tercer sector es la convivencia de personas voluntarias y remuneradas en los equipos. Asimismo, también hay organizaciones que están formadas únicamente por personas voluntarias, y otras en las únicamente se encuentran equipos remunerados. Pero todas estas personas con diferentes vinculaciones en la entidad comparten la profesionalidad como característica de su actuación. Todas ellas son profesionales.


La no existencia de un vínculo remunerado ya hace años que dejó de ser una excusa para no pedir calidad y profesionalidad en la acción voluntaria. Se pueden encontrar numerosos cursos y actividades formativas para las personas voluntarias, al tiempo que en muchas ocasiones se encuentran personas con titulaciones y conocimientos comparables a los equipos remunerados.

No obstante, todavía se escucha demasiadas veces hablar de “profesionales y voluntarios” en algunas organizaciones, conferencias e incluso publicaciones, como si fuera la profesionalidad lo que diferencia a las personas que colaboran con la organización. En realidad, lo que diferencia entre ambos colectivos es la existencia o no de una remuneración (sea contrato laboral u otro vínculo mercantil) por la labor efectuada. Por ello, al reconocer la profesionalidad como algo deseable y exigible a todas las personas que colaboran con una organización, es más adecuado hablar de “personas remuneradas y personas voluntarias”. El lenguaje tiene su importancia e influye en la realidad, por lo que vale la pena el esfuerzo de cuidarlo.

Al pensar en diversas situaciones habituales en la vida de las organizaciones, nos daremos cuenta de que manera la calidad y la profesionalidad es algo que está presente diariamente en el funcionamiento organizativo. La diferencia en las exigencias de cada función viene dada por las características de la actividad y los conocimientos necesarios para su correcto desempeño, más que por la existencia o no de remuneración de la persona que la desempeña. No cobrar no es una excusa para hacer las cosas mal.

Por ejemplo, en la educación de tiempo libre es necesaria una formación en monitoraje para estar con los niños y niñas, independientemente de que sea una actividad remunerada o voluntaria: estoy seguro de que los padres que envían a sus hijos a las actividades de esa entidad así lo esperan. O si alguien ayuda desinteresadamente a elaborar un plan estratégico de una organización, no se esperará un resultado de peor calidad por ser un voluntariado. Ni en una atención sanitaria de emergencia. Y así podríamos seguir en numerosas actividades sociales, ambientales, deportivas, culturales, educativas, de cooperación internacional,…

Precisamente, por ese compromiso de las organizaciones con la calidad, se pide a las personas voluntarias formación, capacidades y competencias adecuadas a sus funciones: no puede hacer cualquier persona cualquier cosa. Por ello existen cursos, títulos y procedimientos para desarrollar determinadas funciones en muchos ámbitos de actividad del tercer sector. Y las organizaciones se estructuran como creen conveniente combinando a personas voluntarias y/o remuneradas para poder cumplir con su misión y su razón de ser en la sociedad.

En reconocimiento a la profesionalidad compartida, vale la pena hacer el esfuerzo de desterrar la expresión “voluntarios y profesionales”, y sustituirla por algo similar a equipos formados por “personas voluntarias y/o remuneradas”, que comparten la profesionalidad al servicio de la misión de la organización.

Fuente de la Noticia

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