¿Hiperactivo o Maleducado?
Los síntomas del Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH), pese a ser una patología desde hace tiempo estudiada por la medicina, son en ocasiones confundidos por padres y educadores como los que sirven para catalogar a un niño maleducado. El caso contrario también cobra importancia en nuestra sociedad: algunos progenitores, avergonzados del mal comportamiento que muestra su hijo en público, echan mano del socorrido término –sin que ningún especialista haya refrendado el diagnóstico- para definir a su pequeño y así justificarse ante familiares y amigos.
De esta manera al dejar caer "es hiperactivo", los demás cambian sus miradas de reproche por unas mucho más compasivas y llenas de comprensión. Lo cierto es que el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad o TDAH es una enfermedad muy seria que ningún padre querría realmente para su hijo. Dificultades de atención, para controlar los impulsos, para regular actividades simples o para organizar medianamente sus vidas son sólo algunas de las dificultades que presentan, plasmadas en bajo rendimiento escolar o escasa capacidad para el trabajo, ya que no consiguen centrarse mucho tiempo en una tarea.
Es cierto que, según los especialistas, ha aumentado en los últimos años la prevalencia de casos entre niños y jóvenes, si bien es un trastorno del que se tiene noticia al menos desde mediados del siglo XX. Se calcula que afecta a entre un 3 y un 7% de niños en todo el mundo, aunque los expertos no se ponen de acuerdo en la cifra.
Se cree que es un trastorno genético –normalmente en un 25% de niños hiperactivos hay presencia de uno o ambos padres con este trastorno- pero se sospecha que el ritmo de vida actual (estrés, poco tiempo para el ocio, el juego y sobrecarga de actividades) puede estar influyendo en una mayor incidencia.
Es importante establecer un diagnóstico precoz para iniciar un tratamiento temprano. Los padres y educadores, que son los adultos que más en contacto están con el niño, deben empezar a sospechar si observan que el menor tiene gran dificultad o incapacidad para prestar atención y concentrarse, o bien presenta un nivel de actividad inadecuado para su edad, se distrae con facilidad y/o es muy impulsivo.
Energía sin fin
También es importante la comparación entre iguales. Es decir, a casi todos los padres, en especial a los primerizos, les sorprende el nivel de actividad de sus hijos. "Parece que su energía no tiene fin. Duerme media hora de siesta y se levanta como nuevo, mientras que a mi me tiene agotada".
Pues bien, esto es algo relativamente normal. De hecho, un niño sano se define como un niño juguetón y activo, incluso cuando tiene una enfermedad leve, como un simple catarro. Lo contrario también debe preocupar a los progenitores, esto es, una inactividad exagerada puede revelar que el niño tiene una patología seria.
Sin embargo, la cosa cambia si, tras una observación objetiva, se constata que el pequeño tiene una actividad exagerada, y es incapaz, por ejemplo, de colorear un dibujo simple cuando el resto de sus compañeros de clase siguen normalmente el ritmo que le impone el profesor o parece no oírnos nunca o tiene dificultad para comprender órdenes sencillas, es decir, parece que jamás centra su atención.
Este comportamiento debe ser igual en cualquier lugar donde esté, sea en el colegio, en casa, en la calle o en casa de sus abuelos, ya que a veces "sospechosamente" los niños son "ángeles" en la escuela y "demonios" en en el hogar, lo que puede indicar una llamada de atención por parte del pequeño, que no se siente lo suficientemente atendido o, sencillamente, que los padres no saben cómo marcar límites al pequeño, y este "les ha tomado la medida", lo que probablemente se solucione con una simple consulta a un profesional.
El TDAH no puede ser objeto de un diagnóstico a la ligera. Antes de establecer que un niño necesita ese tratamiento, un grupo de especialistas, formado la mayor parte de las veces por neuropediatras, psiquiatras infantiles, psiquiatras o neurólogos, deben establecer un riguroso diagnóstico y determinar si, dependiendo de las características sociales, familiares, culturales y otras del pequeño, debe seguir uno u otro tratamiento.
Generalmente, éste pasa por el uso de medicación y apoyo psicosocial. Las visitas al psicólogo no suelen despertar sospechas entre los padres, pero sí el tratamiento farmacológico, a pesar de que los médicos aseguran que no produce dependencia. No obstante, para la inmensa mayoría de aquellos es muy duro asumir que su hijo deberá estar medicado el resto de su vida pues, si se suspende el tratamiento, pueden aparecer de nuevo los síntomas.
Los fármacos ayudan a reducir la actividad motriz del niño, a actuar de forma más reflexiva y a mejorar su capacidad de concentración. Con la terapia psicológica, el pequeño con TDAH aprende a reflexionar, a desarrollar estrategias cognitivas más eficaces, a mejorar su relación social, a superar problemas de aprendizaje y a conocerse y aceptarse mejor a sí mismo, potenciando sus capacidades.
Niños con TDAH: Cómo reconocerlos
Síntomas de hiperactividad
- Mueve mucho pies y manos, se retuerce en el asiento.
- No puede estar sentado cuando debe.
- Corre o salta en situaciones inadecuadas.
- Tiene dificultad para jugar tranquilamente.
- Parece estar siempre en marcha, "como si fuera una moto".
- Parlotea sin parar.
- Le cuesta guardar un turno.
- Responde precipitadamente, a veces sin escuchar.
- Se entromete en los asuntos de los demás, tocan cosas, hacen el payaso.
Síntomas de desatenciÓn
- No presta atención a los detalles, tiene errores por descuido y el trabajo escolar suele ser sucio y desordenado.
- No mantiene la atención, tampoco en los juegos.
- No escucha.
- No finaliza las tareas escolares, no sigue instrucciones ni órdenes.
- Le cuesta organizarse en tareas y actividades.
- Pierde los utensilios escolares o los trata sin cuidado.
- Evita situaciones que exigen concentración, por ejemplo, pintar con lápiz y papel.
- Se distrae con ruidos insignificantes con facilidad.
- Son olvidadizos en sus tareas cotidianas (el bocata, los deberes, el partido...).
¿NECESITARÁ AYUDA?
Los médicos insisten. Los padres no deben hacer un diagnóstico, sino un grupo combinado de especialistas. Pero, si los primeros detectan que su hijo muestra claramente seis de algunos de los grupos de síntomas que aparecen detallados en el Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales de la Sociedad Americana de Psiquiatría (DSM IV) pueden comenzar a plantearse si quizá su pequeño "trasto" no necesita ayuda médica.
Esta información esta obtenida de la publicacion independiente "Entorno social"
Decálogo para un grupo construir un grupo que dialoga
Hace 3 semanas
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